Fallecen los padres y son cinco hijos. Y hay bienes, muchos bienes inmuebles –viviendas, locales y fincas- fruto de herencias recibidas de los abuelos y del esfuerzo de toda una vida de armonía, complicidad y trabajo conjunto. Y los ahora herederos, de la misma cuna y educación, hoy lloran desconsolados. Y son sinceros en su dolor. Un manto de tristeza que los cubre. Y que los une.

Pasan unos meses y toman conciencia de algunas obligaciones impuestas por las amargas nuevas circunstancias. Entre otras cosas porque el plazo para pagar o solicitar prórroga en el Impuesto de Sucesiones es de seis meses. Y una vivienda quedó libre y habrá que pensar en alquilarla. En fin, que deben reunirse para hablar de la herencia.

Y el más pequeño, que siempre será “el niño”, y también el que peor encajó el golpe, dice que no. Que los bienes no se reparten, que es como desmembrar los recuerdos. Que mejor aceptan la herencia y se la adjudican, pero que todos los bienes permanezcan siendo de todos, que así la familia queda reforzada. Y los otros cuatro aceptan. Como decirle que no.

Y van al Notario y firman la escritura de aceptación y adjudicación de herencia, repartiéndose todos los bienes “en común y proindiviso, por quintas avas partes cada uno”.

Y con el paso de unos pocos años ya “el niño” peina canas, y tiene un chico estudiando en el extranjero. Y el mayor se divorció y ahora vive con una “compañera”, quien lo iba a decir con lo formal que era. Y, en fin, las cosas mira que han cambiado. Y ahora cada uno quiere su parte, y tienen un problema porque no se ponen de acuerdo. Y vaya problema! Porque tienen que ir al juzgado. Y es que en realidad los cinco hermanos tienen una quinta parte sobre cada uno de los bienes, y unas Sentencias dicen que la única solución es subastar todos los bienes y repartirse el dinero, aunque alguna permite que un perito judicial haga lotes y los adjudique entre los herederos, resolviendo las diferencias mediante pago en metálico. Y algunos piensan que qué necesidad!, con lo fácil que hubiera sido hacer las adjudicaciones concretas desde un principio, y ya cada uno tenía lo suyo. Pero en fin, Doctores tiene la Iglesia.