LA GATA CHOUPETTE.-

Ha fallecido esta semana el diseñador Karl Lagerfeld. Y todos los medios de comunicación han adornado la triste noticia con la extravagante afirmación de que ha dejado una enorme fortuna a su gata “Choupette”. Y es que, con ser noticiable el fallecimiento del diseñador, probablemente es más noticiable la herencia de la gata.

Pero eso en España no es posible. Sencillamente porque para poder heredar el primer requisito es que el heredero tenga capacidad jurídica, es decir que pueda adquirir derechos y obligaciones. Y un animal no tiene capacidad jurídica, por lo que no puede heredar, ni comprar un piso ni alquilar una moto. Y por mucho que lo afirmen los medios de comunicación, en Alemania tampoco.

Lo que si puede hacer una persona es propiciar el bienestar de un animal, pero no por vía de dejarle una herencia, sino dejando la herencia a una persona o institución con obligación de proferir determinados cuidados a determinado animal, y a su vez nombrando a otra persona o institución para que vigile el satisfactorio cumplimiento de tal disposición. Obviamente para que el mandato resulte eficaz deberá premiarse, normalmente económicamente, tanto a la persona o institución encargada de cuidar al animal, como a la persona o institución encargada de vigilar que el animal está siendo satisfactoriamente atendido.

Al parecer, y en palabras del propio Karl, la gata cuenta con dos asistentes durante 24 horas al día, cepillándola cuatro veces al día y dándole de comer siempre sobre una mesa y en vajilla de plata, habiendo incluso comprado una casa para la cuidadora de la gata para que siempre estuviera cerca del felino. De ser ciertas tales afirmaciones mediáticas, y con los debidos respetos para todos los amantes de los animales, creo que tal conducta por parte del dueño de un gato merecería ser comunicada al Ministerio Fiscal por maltrato animal. Y es que estoy convencido de que no hay nada más cruel que “humanizar” a un animal poniéndole trajes, recortándole las orejas, llevarlos a centros de belleza o meterlos todo el día en un bolso sin dejarlos correr. Todas esas prácticas deben ser muy crueles para los animales, a los que no se les deja vivir como tales, pretendiendo sus dueños que vivan y actúen como humanos. Me resulta igual de cruel que someter a un humano a una forma de vida animal. Sencillamente supone imponer unas prácticas de vida que colisionan contra la naturaleza del animal, y por tanto crueles.

Cosa distinta es profesar cariño a un animal y desear que tras nuestra muerte no se vea desamparado, asignando una cantidad de dinero razonable para su razonable asistencia. Y eso en España si se puede hacer por vía de testamento y nombramiento de una persona encargada de tal cometido.