Existen muchas formas de otorgar testamento. Está el testamento abierto o cerrado, según se manifieste al Notario de viva voz la última voluntad o se le haga entrega de un sobre cerrado que la contiene. También existen los llamados testamentos especiales como el militar, el marítimo o el realizado en país extranjero.

Pero ninguno de ellos tiene el mágico encanto del testamento ológrafo. Aunque la cosa queda ahí, porque práctico desde luego no lo es. Incluso me atrevería a decir que en muchos casos resulta irrelevante por ineficaz, como luego veremos.

Reza el artículo 678 del Código Civil que “se llama ológrafo el testamento cuando el testador lo escribe por sí mismo en la forma y con los requisitos que se determinan en el artículo 688”.

El primer requisito que exige la ley es que sea otorgado por persona mayor de edad, que como todos sabemos se adquiere en España a los 18 años. Y ello supone una clara diferencia con respecto a otros testamentos en los que, de forma general solo se exige tener 14 años, según posibilita el artículo 663.

Pero la principal exigencia legal, a mi modo de ver, es que debe estar escrito “todo él y firmado por el testador, con expresión de año, mes y día en que se otorgue”, léase en que se escriba. Las discusiones entre sesudos juristas al respecto han sido de órdago: que si falta el día pero puede deducirse del texto en su conjunto, que si el tipo de letra debe ser el mismo o puede variar, que si no vale el realizado por medios mecánicos o si. En fin, que cuando los juristas además se dicen sesudos, parece que no tienen otra cosa que hacer. Allá ellos.

Por último, para que adquiera validez deberá presentarse ante Notario en los 5 años siguientes al fallecimiento. Obviamente por quien lo tenga en su poder, no por quien lo escribió: que en esto de las interpretaciones jurídicas he visto de todo con tal de enredar las cosas. Antes ya menté a los sesudos.

Vd. sagaz lector, ya habrá observado que el custodio del papelito podrá tener más, menos o ningún interés en que el testamento adquiera eficacia. Dependiendo, claro está, de cómo quede en la foto sucesoria. Y esto es un problema de los grandes, en tanto que la eficacia de la última voluntad de una persona queda a merced de otra. Y es que humanos somos casi todos, y todos expuestos a la tentación.

Ahora bien, no me negará Vd. el encanto, la magia y el glamour de pertrecharse con el útil de escritura que más le satisfaga. En el sentido de escribir me refiero. Y fantasear con el día después, repartiendo bienes a hijos, amigos y allegados. Saborear la representación del monumental enfado del desheredado, la alegría del que nada espera o la emoción del emocionado: nada, nada, un detallito nada más para que te acuerdes. Y nosotros ahí, en la mente de todos, en el recuerdo eterno. Siga, siga. Siga Vd. escribiendo el guión.

Y como en toda película que se precie no puede faltar el THE END.