Los testamentos pueden ser de varios tipos. Dentro de los ordinarios encontramos el abierto, el cerrado, etc. Y dentro de los especiales se encuentran los otorgados en peligro de muerte, en casos de epidemia, en supuestos de guerra, etc.

Pero sin duda el que más me apasiona es el Testamento Ológrafo por el romanticismo y emotividad que lo rodea.

Lo define la ley como el “escrito todo él y firmado por el testador, con expresión del año, mes y día en que se otorgue”. Imaginemos la escena en que una persona reflexiona sobre la trascendencia de la vida, y sirviéndose de inmaculado papel y vieja estilográfica, ante la humeante taza y viendo llover tras los cristales, recuerda y examina a sus allegados. Al cónyuge con quien tanto compartió, el nacimiento de cada uno de sus hijos, sus aciertos y errores en la vida, sus avenencias y desavenencias, sus cariños y desplantes. También recuerda a su amigo, y sonríe con ternura y complicidad. Y observa extrañado que dejo de llover. Y entonces se prolonga más allá de la muerte, se vuelve inmortal y todo lo ve desde arriba, sin distinción entre ahora y después, cruzándose velozmente el pasado, el presente y el futuro como una sola realidad. Y escribe, dispone, ordena, distribuye. Y sonríe. Ríe sin medida. Se emociona y llora. Y escribe.

Pues bien, este tipo de testamento solo pueden realizarlo válidamente las personas mayores de edad, a diferencia de lo que ocurre con el testamento notarial abierto que pueden otorgarlo las personas mayores de catorce años.

Sin embargo el Testamento Ológrafo presenta grandes inconvenientes prácticos con respecto al Notarial Abierto.

En primer lugar el Ológrafo deberá presentarse ante Notario en los cinco años siguientes al fallecimiento del testador. El problema es que no se sabe dónde lo guardó el testador (se lo confió a un amigo, en la mesa de noche, en la caja de seguridad del banco), por lo que muy bien puede aparecer una vez transcurridos cinco años desde el fallecimiento, siendo por tanto ineficaz.

En segundo lugar, si el testador carece de unos mínimos conocimientos jurídicos puede cometer errores técnicos que invalidez el testamento, como por ejemplo no respetar las legítimas de los herederos forzosos.

En definitiva, si bien considero un sano ejercicio intelectual y emocional redactar las disposiciones testamentarias, desde un punto de vista práctico recomiendo acudir a un Notario para realizar el trámite.

Lo que no resta romanticismo, emotividad y estética al Ológrafo.